6.5.15

"Se transformó en ciervo, en liebre, en pájaro" (Estudios para Piano - Musica Ricercata, de G. Ligeti - Pierre-Laurent Aimard, 03 de mayo)


De una extraordinaria demanda técnica, son pocos los pianistas que pueden tocarlos de esa manera. Que no sólo están capacitados para abordarlos a todos sino para hacerlo con una cierta idea narrativa. Con la concentración sobrehumana que implica abordar ese cosmos autosuficiente y cargado de energías infinitas. Y, posiblemente sólo haya uno, Pierre-Laurent Aimard, capaz de lograrlo con la perfección, el poder de comunicación, la intensidad y la infinita sutileza con que el conjunto de los 18 Estudios, repartidos en tres libros completados a lo largo de dieciséis años, fue presentado en la apertura del ciclo Colón Contemporáneo de este año. Aimard comenzó su recital con una de las primeras obras importantes de Ligeti, su Musica ricercata, completada en 1953. Si allí aparece la idea del ritmo como motor (la primera pieza, con una sola nota, es, de alguna manera, sólo ritmo) y el homenaje explícito a Béla Bartók, hay también, y ya desde el título, una referencia a Frecobaldi y los maestros del teclado del final del Renacimiento, para quienes el Ricercare fue una de las formas privilegiadas. Su interpretación fue deslumbrante y, casi sin pausa, encaró el Primer libro de los Estudios. Luego de un intervalo en que seguía resonando esa música, llegaron el Tercer libro y el Segundo, en ese orden. El final del último de esos estudios, “Columna infinita”, con la percusión desbocada de los agudos finales, quitó el aliento. La ovación de pie del público que colmó el teatro, casi fue poco. No había aplauso ni silbido, ni “bravo” capaz de expresar lo que allí había sucedido. Sencillamente, uno de los grandes conciertos de la historia del Colón.

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Cuando salimos del teatro, una luna inmensa repetía en silencio algunos de los pasos del concierto (con su gestualidad esquiva). La versión de Música Ricercata había sido violenta. Sus ritmos bartokianos nos dejaron pasmados, porque la versión que escuché los días antes del concierto era la que se encuentra en YouTube, muy hermosa, pero tocada en otro plan. Pierre-Laurent Aimard hizo esta vez una versión furiosa de las huesudas danzas húngaras. Los Estudios son otra cosa: la concentración en la escucha, las espiraladas sonoridades que expresan sin decir; el virtuosismo expresivo, jugando en los límites de lo humanamente posible. Yo necesitaba un relato, la música dice cosas, y no las podía entender. O tal vez, la música sólo es in-fancia. Cuando salimos, caminamos varias cuadras, impactados por lo que habíamos escuchado. Caminamos tanto, que yo, como esos ciervos mágicos de los cuentos rusos que se contaban a orilla de ríos enormes en los que flotan troncos de árboles talados, de tanto caminar, rompí mis botas.

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