Children´s corner (Fuga de muerte)
Una brevísimia
intervención en la red social que desató el primer pogrom del siglo 21 me
llevó finalmente a tratar de desarrollar un poco una idea que, así como había
sido enunciada,parecía despedir una importante humareda.
Un domingo a la tarde, estaba escuchando la radio, cuando escuché algo que me entusiasmó y escribí: Un violinista en Radio UBA dice que las formas de sonata y fugas son formas deudoras de los cuentos de hadas". Para el músico entrevistado, la II Escuela de Viena había roto esta base épica (supongo que se refería a la figural, porque las estructuras se mantuvieron durante mucho en las composiciones), por lo que escribí: "Schönberg no atacó la tonalidad, sino que alteró esta
base épica". (¿Pero no hay formas clásicas en Schönberg, acaso?).
Entonces, un amigo,
mucho más culto e inteligente que yo, me preguntó: ¿o sea que "Fuga de la muerte" tendría algo de
cuento de hadas?
Yo contesté: "Uy, sí. Creo que sí. Algo del Maestro Alemán podría llegar hasta el proyecto de los Grimm. Y Celan no quiso seguir esa senda a la (fugas) de Bach".
Bueno, aquí van unos apuntes como para probar una respuesta.
El violinista
(cuyo nombre, lamentablemente, no recuerdo) decía que en la música, más
precisamente en la sonata (en este caso para violín y piano) se conservaba
cierta “memoria” narrativa que se presentaba en lo musical como una lucha en
una estructura deudora del cuento de hadas.
Se le atribuye cierta narrativa a la llamada música pura (la forma sonata
no sería sino uno de los más altos puntos de la música pura, “incontaminada” de
formas ajenas al material musical) expresada en el “camino” que un motivo y
luego un tema tienen que afrontar durante el desarrollo de la sonata (o una
fuga). Además, hay que considerar el vínculo muy especial que hay entre la música del romanticismo
alemán y la voz (Roland Barthes: “Sobre la frase de Schubert de la que antes
hablé, lo único que me es posible decir es que canta: canta simple, terriblemente, en los límites de lo posible”).
Un tema musical
presenta a una chica perdida en un bosque (y con ella, a una ninfa perseguida),
que no es otra cosa que uno de los grandes motivos de la literatura de
tradición oral (atender: oral, vocal) de –para limitarnos un poco- Europa
(aunque, por supuesto, dicha tradición se extiende a todo occidente, y saben
los que saben el origen oriental –porque toda estrella sale de oriente- de
estos motivos). Esta lucha, camino, pérdida, transformación, niña-lobo-hombre
son tópicos presentes en aquello que llamamos, para simplificar, cuentos de hadas.
Contemporáneas a
los cuentos de hadas que recopiló Charles Perrault (en donde prevalece una
antigua huella que algunos pensaron que eran restos de antiguos ritos
iniciáticos) son las investigaciones antropológicas que interrogaban el rostro
de lo humano (los llamados niños lobos o niños de Transilvania). Otro de los
límites de lo humano es la infancia, por supuesto, que estaba en el centro de
atención de las primeras instituciones burguesas que le darían entidad y la
harían sujeto de la educación: por algo, estos relatos aparecen con fuerza en
las culturas letradas, con su intensidad simbólica que si bien profunda, nunca
deberían perder su esplendor principesco, digamos, su liviandad, para no
enrollarnos y perdernos en un torbellino de oscuras fuerzas. Así los leyó Rubén
Darío, por ejemplo, quien sin hacerles perder nada de su intensidad, les cantó
con dulzura (“Sonatina”, “La cabeza del Rawi”, y aún “Los motivos del lobo”, al
acercar nuevamente la regla fransciscana y los lobos, otra figura liminar de lo
humano).
El escritor
Vladimir Jankélévitch también prestó atención a esta cualidad infantil de lo
musical (en tanto un espacio indefinido entre la inocencia y la niñez) en obras
de lo que se llama “el siglo 20 histórico”: Debussy, Stravinsky, Bártok, los
rusos, hasta un músico catalán como Federico Mompou (que tiene una pieza para
piano llamada “Música callada”). Para Jankélévitch, esta música no hizo más que
explorar “el cuarto de los niños”, en alusión a las piezas Children´s corner de Debussy –quien, a caballo de dos mundos,
realizó una de las últimas apariciones de la ninfa tal como había sido antes de
devenir otra cosa en el siglo 20 con su ópera Pelleas y Mélisande.
Jankélévicht
sentía horror por el horror alemán, así que En
la música y lo inefable, no hace ningunra referencia a música que
pertenezcan a la tradición alemana. Ningún maestro alemán.
Los hermanos
Grimm habían publicado a comienzos del siglo XIX los Kinder-und Hausmärchen (1812-1815), sellando para siempre un imaginario burgués sobre lo infantil. De estas tres últimas palabras, hay dos que
permanecen: imaginario infantil (¿podría haber un imaginario infantil?). Lo que los Grimm hicieron es establecer un
vínculo entre niñez y cuentos de hadas que reveló el estrecho vínculo entre la Tierra
y la infancia.
Esta relación
musical de tradición alemana (con Bach a la cabeza) llega a Celan en una serie
que podríamos llamar juegos musicales-cuentos de hadas-fuga de muerte.
Entonces, tal vez sí, en “Fuga de muerte” hay algo de cuentos de hadas. En la
construcción del poema hay elementos que lo relacionan con una fuga musical, en
esa construcción, prevalecen formas épicas (vocales) como las de aquellos cuentos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario