16.7.17

AIRE ACONDICIONADO

Alcanza el cielo, la pradera
-oye, los poetas laureados no existen
luego de un yuyal inmenso-, quietas las nubes
pasan por la ventanillas
y el plástico crispado en la ruta
fricciona y electrifica
a mis dedos que se descargan
en la humareda y los huesos de la clavícula
-es el beso carnívoro, los labios
de la mirada muerta-viva-
se crispan y así, duritos
sobresalen de la espalda,
ahora, la curva desciende
unos metros bajo el nivel del mar,
se divide el camino, se desvive un carancho
que descubre la huella de un ratón
campero y otro animal languidece
en el arco triunfante de esta nave
pobre con aire acondicionado
en el piélago de la pampa curada y sintetizada.

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