16.9.17

Un texto afín (sobre el Concierto I: Canciones y música para piano del ciclo Precursores (Etkin, Gandini, Kröpfl, Viera), CCK, septiembre de 2017)

1
Las relaciones entre la palabra y la música (o las músicas) presentan tantos pliegues que, prácticamente, todo es posible de ser dicho. La última obra interpretada en la primera serie de conciertos del ciclo Precursores (Etkin, Gandini, Kröpfl, Viera) dedicado a canciones y música para piano de estos cuatro compositores fue “Vocales” (2013) de Mariano Etkin: en la que pareciera revisarse la articulación más o menos mínima entre fonema (ya no palabra) y música (un reducido grupo de acordes). En esta obra prevalece el balbuceo, por momentos la ecolalia y el trance doloroso del acercamiento. Como si “Vocales” explorara el lenguaje infantil, las primeras articulaciones que los seres humanos emiten, todavía en la frontera de lo natural y lo social, esa larga orilla entre el mar semiótico y el continente semántico, en donde música y lenguaje se desarticulan mutuamente. El barítono Alejandro Spies, integrane del Nonsense Ensamble Vocal de Solistas (destaco, al pasar, la idea de nonsense) “cantó” estas tristes vocales que nunca pueden llegar a pronunciar nada (o que, impotencialmente pronunciaban mucho) junto a la pianista  Haydeé Schwartz.

2
Laura Novoa (responsable de todo el ciclo), musicóloga y escritora, asume como curadora un rol muy “arqueológico” que uno no puede dejar de reconocer. El piano (ese instrumento tanto de continuidad como de “quiebre”) es una suerte de archivo cultural. Allí está el temperamento que permitió a Robert Schumann componer sus obras cargadas de roces, dedos quebrados y materialismo, y en el piano está también (como elemento de la cultura) la decantación –según comentó Haydeé Schwartz- de los Eusebios de Gandini: Eusebius I (sobre las danzas Davidsbündlertänze Op. 6, las Danzas de la cofradía de David) y Eusebius II (decantación de los cuatro movimiento de Eusebius I). La vinculación de Gandini con Schumann es por demás conocida , desde sus obras para la escena como Liederkreis hasta este tipo de inflexiones, como Ciclos o los Diarios: declaraciones estéticas y éticas del músico en la sociedad, marcas biográficas inscriptas sobre el piano que demuestran una comprensión cabal de la transfiguración del material musical, creando una posible narrativa biográfica hecha de gestos y modos de andar entre músicas. Las notas que se imprimen sobre los armónicos del piano en Eusebius II son tan expresivas que uno no puede dejar de sorprenderse por la belleza de esta obra de Gandini. En este sentido es que la curaduría de Novoa me resulta arqueológica: señala las posibilidades, aun las balbuceadas, aun las que no se pueden decir, del archivo musical al realizar un concierto que también es un diagrama. En la idea de precursor puede jugar una noción proveniente de la química: el precursor es necesario para producir otra sustancia; las obras de estos cuatro compositores son el elemento indispensable para crear lo por-venir, de alguna manera dado y nuevo.

3
Entre las otras piezas para voz y piano (canción de cámara), las obras de Viera y Gandini estaban escritas sobre poemas de la pianista y poeta Silvia Dabul –creo que fueron compuestas para un disco de la misma Dabul editado por el año 2010-: no deja de llamarme la atención que Dabul fuera la única poeta (a excepción de Kröpfl). El mérito de sus poemas y el entramado con la música (me gustaron especialmente las canciones de Gandini) están fuera de toda discusión, lo que me llama la atención, y que considero un emergente es la ausencia de otros poetas más o menos de la misma generación que Silvia en este diálogo con la música contemporánea (hay, por supuesto, pero el comercio no parece muy fluido). En fin: cierta sordera, supongo.
La soprano Virgina Majorel y el pianista Lucas Urdampilleta interpretaron los Tres poemas de Silvia Dabul (2004): fueron interpretados con una impecable delicadeza de timbre y una emisión tan equilibrada como encantadora en su contención conmovedora. Las palabras (siempre al límite del balbuceo, insisto, a fusionarse en una expresión que las hace asignificantes en su nueva realidad “camarística”) y las notas del piano (recuerdo la canción “Abedules”, especialmente) caían tan precisas en el tiempo como las gotas del poema en el suelo. Susana Moncayo cantó los Tres poemas de Viera, de una interpretación más abierta y un fraseo de expresión emotivo, levemente “folklórico” en su respiración y cálido.
Además de los Eusebios, Schwartz interpretó “Viernes  santo y lluvioso” uno de los bellísimos tangos de Gandini y obras del mencionado Ciclos, también Tres pequeñas elegías.
La tarde musical comenzó con una obra de Francisco Kröpfl, Música 1958 (1958), rítmica y, seguramente, serialista en su composición.

4
Como señalaba Schönberg, soy de aquellos que no pueden entender cabalmente (ni mucho menos) en términos puramente musicales lo que estas obras expresan: intento balbucear de manera insegura ciertas ideas alrededor de aquella relación entre palabra y música, esperando encontrar un hilo de la escritura.
En la sala, estaban presentes Kröpfl y Viera.

No hay comentarios.: